Historias de aquí


LOS ANTIGUOS MINGITORIOS DE LA CIUDAD

Mª Mercedes Rodrigo Almendres


          El título de este artículo, que tiene reminiscencias folklóricas, nos sirve para contemplar el progreso y la importancia que para las ciudades tiene el cuidado de la limpieza y la salubridad de las mismas.

            En tiempos pasados no había agua en las casas y mucho menos cuartos de baño o simplemente váteres; así que los vecinos no tenían más remedio que hacer sus necesidades en la calle, por lo que esquinas y rincones se convertían en un inmenso estercolero lleno de moscas, lo que decía muy poco de la higiene de la ciudad.

            La historia de los evacuatorios da comienzo al utilizarse las conocidas “cubetas”, instaladas en Burgos en 1846. Este artilugio producía malos olores y una suciedad tremenda, lo que llevó a los burgaleses a protestar enérgicamente. Dicha protesta llevó a suprimir las antiestéticas cubetas, con sus pestilentes olores y pedir al Ayuntamiento  la instalación de columnas mingitorias que habían de distribuirse por diferentes puntos de la ciudad.

            Y como Burgos era una ciudad con un buen caudal de agua, en 1877 se establecen las columnas mingitorias que ya tenían sumideros y agua que les proporcionaba la Compañía de Aguas.  Se instalaron alrededor de una docena de ellas, pero no en los barrios de la ciudad, sino en zonas céntricas.  La ciudad mostró su satisfacción, pues indudablemente mejoraban la estética y evitaban los malos olores. La existencia de estas columnas dio lugar a una alegre comparsa, que con motivo de las fiestas de Carnaval, cantaba todo Burgos. La coplilla decía así:

“Un alcalde tenemos en Burgos

que se ocupa muy bien de la ciudad,

ya no se orina en los rinconcillos

pues hay retretes para dar y tomar.”

            Pasado el auge de las columnas, en 1921 se construyen los evacuatorios del Teatro Principal, justo enfrente de donde hoy se levanta la estatua ecuestre del Cid, en la plaza del mismo nombre.

Los evacuatorios se construyeron a propuesta del concejal Sr. Pavón, que entonces era el edil encargado de las obras municipales. La obra fue llevada a cabo por una empresa de Santander y se pagó por ella 26.850 pesetas, más 6.516 por complementos y mejoras en las cabinas llamadas “de pago”.

Los servicios eran gratuitos si sólo se hacía pis; pero, si se trataba de cosas mayores, cobraban diez céntimos, y si mal no recuerdo, se llegó a pagar hasta 25 céntimos si la encargada te daba un trozo de papel de color crudo, registrado por la marca comercial “El  Elefante”.

En estos servicios instalados en la parte más céntrica y transitada de la ciudad, regía como encargada una mujer contrahecha, que tenía que luchar mucho contra los gamberros de turno, que tras hacer sus necesidades se negaban a pagarle. Hubo un tiempo en que esta misión era desempeñada por los asilados del antiguo hospital de San Juan, dándoles así la oportunidad de ganarse unas perrillas.

En 1980, tiempo relativamente cercano a nosotros, los mingitorios de la Plaza del Cid fueron rehabilitados, pero como ya en las casas de la ciudad se disponía de agua corriente y cuartos de baño, éstos se cerraron definitivamente.

Centros evacuatorios se instalaron entre el puente y el Arco de Santa María, a la entrada de Espolón, que también, al no tener ya utilización, fueron cerrados.

En el año 1943, año del Milenario, siendo alcalde D. Aurelio Gómez Escolar, se instalaron los retretes subterráneos del Paseo de la Isla, situados muy cerca de los Arcos de Castilfalé. No fue muy acertada la idea de establecerlos en este lugar, pues como carecían de personal para su cuidado, el resultado era desastroso, utilizándose para todo menos para el menester para el que fueron creados; se procedió a cerrarlos por la noche con una verja que impedía el acceso a la escalera, pero no sirvió de nada, por lo que fueron cegados en 1961.

Años después, aprovechando unos huecos en la cascada que adorna La Isla, se instalaron unos servicios, pero la falta de cuidado y de higiene acabó con ellos.

De estos servicios a los actuales median años luz, porque hoy la ciudad cuenta también con servicios públicos: cabinas autolimpiables con un moderno sistema de desintegrado y desodorizado; dichas cabinas aparecen en diferentes lugares de la ciudad, como el parque del Castillo, Fuentes Blancas… Y por citar alguna,  diré que me  llama la atención una cabina de cristal decorada con motivos vegetales, situada en la calle  Nuño Rasura, muy cercana a la Catedral;  es de mucha utilidad para cuantos viajeros y turistas nos visitan.

 

Mujeres junto a la verja de los urinarios en el comienzo del Paseo Marceliano Santamaría. Año 1953. AMBU. ID-50731


Este artículo salió publicado en el número 14 de la revista “A nuestro aire” en diciembre de 2017.




 

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